Atavis et Armis

Unificación de las Órdenes. Capítulo 5.

En 1572 el protestante Enrique de Navarra cambia de religión y se convierte en Enrique IV de Francia, con la conocida frase :

París bien vale una misa”

Durante la guerra entre los distintos pretendientes a la corona, la sede magistral de Boigny fue una vez más saqueada y ocupada y varias encomiendas de la Orden quedaron convertidas en feudos de caballeros protestantes, partidarios del de Navarra: la vida de la Orden se hallaba al borde de la extinción. Desprovista de las rentas de las encomiendas más ricas que habían caído en manos extrañas, extinguida para el Pontífice, casi sin caballeros, la Orden pasaba por uno de los momentos más difíciles de toda su historia; sólo la extraordinaria previsión del difunto Salviati arrancaría del Rey la garantía de su supervivencia.

Veinte años antes de estos acontecimientos, Salviati había dirigido a Enrique III un memorándum sobre la Orden, que jamás llegó a su destino. Un amigo y colaborador de Salviati, Pierre de Belloy, que a su vez lo era del nuevo Rey Enrique IV, convenció al de Navarra, para que la Orden, a la luz del memorial de Salviati, se convirtiera en una especie de guardia personal del monarca. Asimismo, a este nuevo cometido, la Orden sumaría la administración de todas las leproserías de Francia y parte de estas rentas se usarían para sufragar los gastos de los caballeros asignados a la custodia del rey.

La Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo

El 17 de Septiembre de 1604, Enrique IV de Francia nombró Gran Maestre a Filiberto de Nerestang. Para cumplir con todas las formalidades, Enrique IV envió a Roma un embajador para obtener del Papa la confirmación del nombramiento de Nerestang y la renovación de los antiguos privilegios de la Orden; sin embargo el Papa se negó en rotundo, ya que como tal Orden, estaba extinguida para sus predecesores en el Solio Pontificio. Fue entonces cuando Manuel de Saboya reclamó para sí la legitimidad de la Religión de San Lázaro, a lo que el Rey Cristianísimo ni siquiera contestó.

Sin embargo, la posición del Papa con respecto a la Orden de San Lázaro no dejó de preocuparle, ya que cualquier contencioso con la Iglesia le hubiera puesto en situación difícil, dado su pasado protestante y anticatólico. Por eso maquinó la constitución de una nueva Orden, la de Nuestra Señora del Monte Carmelo, en clara referencia al lugar donde los caballeros de San Lázaro habían luchado en las Cruzadas y someter su constitución, inspirada en los estatutos de San Lázaro, a la aprobación papal.

El 16 de febrero de 1607 el Papa promulgó una Bula denominada Pontificex Maximus autorizando el establecimiento de nueva Orden, que un año más tarde completó con la Bula Militantium Ordinum Instituto, aprobando sus estatutos y reglas. El 14 de abril de 1608, Enrique IV nombró Gran Maestre de la nueva Orden a Nerestang, que ya lo era de San Lázaro y poco después expidió una carta patente, en virtud de la cual se unían las dos Ordenes. Así, sin desafiar al Papado, el Rey había garantizado astutamente la supervivencia de San Lázaro, protegiendo la Orden histórica, bajo el piadoso manto de la Virgen del Carmen.

Las órdenes unificadas siguieron existiendo cada una en su propio derecho dándole al Hospital la doble ventaja de ser la más antigua de las ordenes militares de la Cristiandad y de la Casa de Borbón, y a Nerestang, un arma diplomática de enorme importancia: cuando había necesidad de exaltar las antiguas glorias de la Caballería, se invocaba la Orden de San Lázaro; cuando se necesitaba un favor de Roma, se hablaba en nombre de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, ya que el Papa no le negaba nada. En 1612 el hijo de Nerestang, Claude, fue nombrado Coadjutor del Gran Magisterio de cada una de las dos Ordenes, con derecho a sucesión lo que muestra claramente que pese a la unión nominal, las Ordenes mantenían su identidad y se consideraban distintas y separadas.

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