Historia

Órdenes militares: seña de identidad de la Cristiandad

Desde su origen existió en las distintas órdenes militares un propósito de universalidad: su vocación religiosa. Tras el llamamiento realizado por el papa Urbano en el año 1099, Las Cruzadas para recuperar Jerusalén, centro y razón de ser de la Cristiandad, tuvieron múltiples consecuencias para los cristianos. En especial desde que los cruzados lograron arrebatar la ciudad Santa a los musulmanes y crearon una serie de Estados en Oriente Próximo conocidos como reinos latinos de Oriente. En el contexto de estos reinos, de las siguientes Cruzadas y de la reapertura de las rutas de peregrinación a los Santos Lugares, surgieron las que serían las principales órdenes Militares de la Cristiandad[1].

Facsímil de un grabado en madera del Gran viaje de Jerusalén
Papa Urbano II presidiendo el Concilio de Clermont en 1095 y llamó a los cristianos a la primera Cruzada por la liberación de Tierra Santa. – Facsímil de un grabado en madera del «Gran viaje de Jerusalén», impreso por Francois Regnault en 1572

Las ordenes militares y la Cristiandad

Históricamente, tres factores habían cimentado la eficacia bélica de las órdenes: su estructura jerarquizada y votos de obediencia les convirtieron en tropas disciplinadas; su constante adiestramiento les convirtió en combatientes cualificados para las acciones de riesgo, siendo habitual que se les encomendara misiones de retaguardia, protección de las columnas o la custodia de puntos estratégicos clave. Por último, su identificación con el ideal de cruzada transmitió una imagen de compromiso que atrajo a los cristianos e impactó a los musulmanes[2].

Sin embargo, en el contexto de la guerra moderna, estos tres factores quedaron diluidos. A lo largo del siglo XVI, las órdenes militares perdieron las dos vocaciones que las habían caracterizado hasta entonces, la vocación conventual y el servicio en armas, y quedaron configuradas como instituciones de carácter nobiliario.

Por otro lado, la Orden militar y hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén tuvo su origen en el lazareto, que situado extramuros de Jerusalén, recogía a los caballeros de las otras órdenes que habían contraído la enfermedad de la lepra, muy frecuente en el tiempo de Las Cruzadas, ya que no podían continuar militando en las suyas. La necesidad de defender este hospital de las incursiones de los infieles, promovió su conversión en orden militar y religiosa, puesta bajo la regla de San Basilio.

Esta función hospitalaria, que aún perdura hasta nuestros días, junto con su marcada vocación universal es lo que ha mantenido en pie a la Orden de San Lázaro cumpliendo sus objetivos de mantenerse activa en su lucha a favor de los desfavorecidos.

Iglesia militante

Carlos de Ayala Martínez afirma que la espiritualidad militar no nació en ambientes monásticos. Fue una fórmula que el reformismo pontificio encontró para involucrar a los laicos armados en su proyecto de Iglesia militante que, como expresión de compromiso activo, surgió a raíz de la “primera cruzada”, cuando Papa y fieles se dieron cuenta de que el triunfo de la toma de Jerusalén, no traía consigo el definitivo fin de las amenazas que acechaban a la Iglesia[3]. La cruzada predicada por Urbano II supuso el escenario que consagró la fórmula definitiva de la sacralización de la caballería sobre la base de las indulgencias.

Hasta el siglo XII los teólogos utilizaban dos expresiones para designar a la Iglesia: Iglesia triunfante o celestial e Iglesia peregrinante o terrenal. El discurso papal de Clermont que protagonizó la toma de Jerusalén,  significaba el fin del tiempo terrenal y la llegada de un tiempo nuevo, el propio de la Iglesia triunfante. Tras la conquista, se precipitaría la bajada del Jerusalén celeste dando paso al fin de la Historia, pero el final de la primera cruzada no cumplió las expectativas. Era preciso reformular la iglesia y blindarla con las armas en un serio compromiso de defensa. Así nació la Iglesia militante.

La vivencia de la religiosidad militar a través de las Órdenes

La espiritualidad militar servía para alimentar el carisma de un grupo de laicos vinculados mediante compromiso religioso. Fue el nacimiento de una espiritualidad militar de carácter religioso, pero no monástico. Las órdenes militares fueron la concreción institucional de una opción laica de espiritualidad.

El ambiente cruzado proyectaba imagen de fortaleza de la Cristiandad, y las órdenes militares constituyeron una seña de identidad. Había nacido una nueva forma de ascetismo, la propia de la espiritualidad militar, una apuesta laica alternativa a las convencionales formas de religiosidad que, en el ámbito monástico, constituían cauces seguros de salvación.

La cristalización de esa sensibilidad se materializó en un código de comportamiento espiritual-militar a través del ejercicio del perfeccionamiento , vía del acceso místico del ascetismo.

La cruzada, y la espiritualidad militar fueron la vía de purificación salvífica para laicos: la concepción cristiana de la guerra justa y la sacralización de la caballería habían preparado el camino.

Las cruzadas fueron la manifestación de la espiritualidad militar. El espíritu cruzado, encarnado y popularizado por los freires de las órdenes militares, lo inundaba todo a comienzos del siglo XIII. Esa omnipresencia no sólo ayudaba a una mayor cohesión de la Cristiandad, sino que también incrementaba el sentimiento identitario de sus reyes formando para siempre parte de la Historia de las civilizaciones.


[1] Martínez Peñas, L. y Fernández Rodríguez M. (2014) “Las órdenes militares y las cruzadas “ en La guerra y el nacimiento del Estado Moderno: Consecuencias jurídicas e institucionales de los conflictos bélicos en el reinado de los Reyes Católicos / pp. 397-426.

[2] AYALA MARTINEZ, C. Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media.

[3] Ayala Martínez, C. de ( 2004) “Guerra Santa y Órdenes militares en época de Alfonso VIII” en La Península Ibérica en tiempos de Las Navas de Tolosa. Monografías de la Sociedad Española de Estudios Medievales Nº 5

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